Bienvenidos a una nueva entrega de ¿Sabías qué? En la entrada de hoy voy a hablaros de nuevo de la historia de Roma. En este caso de la Roma arcaica, para ser más exactos de la de tiempos míticos incluso. Y es que debéis saber que no fue siempre un imperio. Antes de eso fue una República. Pero es que antes incluso el sistema de gobierno fue otro, y es que Roma se fundó como una monarquía.
Concretamente tuvo siete reyes que la gobernaron en dos dinastías diferentes. La primera de ellas fue conocida como la dinastía latina, y sus reyes estuvieron en el poder entre los años 753 y 617 a. C. La segunda, que recibió el nombre de dinastía etrusca, por el origen de los monarcas, lo hizo del 617 al 509 a. C.
En esta entrada voy a tratar de haceros un resumen de ese período más antiguo de la ciudad. Trataré de explicaros algo acerca de la historia de esos reyes y de sus gestas más relevantes. Vamos a ello si os parece.
Antes de Roma
El primero de sus reyes fue el más que famoso Rómulo. Pero al hablar sobre él entramos en un terreno pantanoso, que está a caballo entre la leyenda y la realidad. De todas maneras, aunque cueste aceptar su existencia os relataré cómo llegó a ser el primer rey de Roma, por ende el fundador.
Según las fuentes, Rómulo gobernó la ciudad desde el 753 hasta el 717 a. C. Pero creo que lo mejor será comenzar por explicar el mito de la fundación, en la que indirectamente también intervino su hermano gemelo Remo.

Para entenderlo debemos remontarnos muchas generaciones atrás. Deberemos viajar hasta el siglo XIII a. C., hasta el momento de la caída de Troya. Y es que este hecho marcaría el devenir de la fundación de Roma. De la caída de una ciudad emblemática (por no decir legendaria), nacería otra que se convertiría en una verdadera potencia.
De Eneas a Numitor
Antes de que la ciudad cayera en manos de los griegos micénicos, el príncipe Eneas, del que decían que era hijo de Afrodita, huyó de la ciudad. Con él se llevó a algunos supervivientes, entre los que estaban su anciano padre Anquises, y su hijo Ascanio. Estos fugitivos pasaron todo un periplo que les acabó llevando a la zona del Lacio. Allí, el joven Ascanio, curtido ya por las peripecias que había vivido, fundó en el Lacio la ciudad de Alba Longa.
Obviamente se convirtió en el rey de la nueva ciudad. Ahora vamos a hacer un salto temporal de cuatro siglos para llegar al momento en el que reinaba uno de sus descendientes: Numitor. Este, tenía un hermano, Amulio, que ante todo codiciaba el trono. Ni corto ni perezoso, se encargó de deponer a Numitor y de acabar con toda su descendencia masculina. Dejó con vida a su sobrina Rea Silvia. Eso sí, la obligó a convertirse en vestal para evitar que tuviera descendencia.
Pero no tuvo en cuenta que el destino de los mortales estaba regido por las decisiones de los dioses. Y ya sabéis lo que pasa cuando un dios decide intervenir. Qué todo se complica… En este caso fue Marte, dios dela guerra el que se enamoró de Rea Silvia. La sedujo y bueno, ya sabéis lo que pasaría después: el nacimiento de los dos gemelos. Pero Amulio se enteró de aquello y vio peligrar su trono.
La leyenda de los gemelos
Así que ni corto ni perezoso mandó que un asesino se deshiciera de ellos para evitar futuros problemas. Pero el sicario no pudo cumplir con la misión, por lo menos directamente. Optó por poner a los recién nacidos en una cesta y abandonarlos en el curso del río Tíber.
Obviamente los dioses no estaban dispuestos a permitir que nada malo les ocurriera. La fortuna y la mano divina quisieron que la cesta llegara hasta la zona pantanosa que había cerca de las colinas del Palatino y el Capitolio. Allí, es dónde tuvo lugar otro episodio legendario. Y es que apareció una loba que acababa de tener crías y amamantó a los gemelos, evitando de esa manera que murieran de inanición.
Pero no fue ella la que los crio en plan Mogwli, del Libro de la Selva o como Tarzán. Imaginaos que niños más asalvajados habrían sido estos dos. Fue un pastor llamado Faustulo el que los encontró y se hizo cargo de ellos. Eso sí, fue gracias a la loba Luperca que los niños sobrevivieron. De ahí a que posteriormente en la tradición romana se representara escultóricamente a la loba amamantando a los gemelos.

Otras versiones de la leyenda afirman que quién amamantó a los gemelos fue una prostituta. Profesión a los que los romanos llamaban lupas, o lo que es lo mismo traducido: loba. De ahí vendría el nombre de lupanar que se da a los prostíbulos. A mí me gusta más la de la loba, es más épica sin duda, aunque claro, menos creíble.
La venganza es un plato que se sirve frío
Pero volviendo al mito, sabemos que Faustulo, que a la postre servía al rey Amulio, crio junto a su esposa a los gemelos. Cuando estos fueron adultos, les contó la verdad sobre quiénes eran. Obviamente lo que hicieron fue matar a Amulio y reponer a su abuelo Numitor en el trono.
Posteriormente, cómo ambos querían gobernar, lo llevaban en la sangre, se marcharon de Alba Longa. No iban a disputarle el trono a su abuelo. Se dirigieron al mismo punto donde la loba/prostituta los encontró y amamantó para fundar su propia ciudad. Pero todo no iba a ser tan fácil y surgieron las diferencias entre ellos.
Como eran gemelos, ninguno tenía prioridad sobre el otro, así que optaron por echarlo a suertes. El que más buitres viera en el cielo, sería el vencedor. Remo vio seis, y Rómulo doce. Así que el vencedor estableció los límites de la ciudad, el pomerium y anunció que no se debían cruzar mientras llevaba a cabo la ceremonia inaugural.
La típica tragedia que siempre ocurre
Pero Remo, descontento con el resultado, desafió a su hermano y los cruzó. Podéis imaginaros lo que ocurrió a continuación. Ambos discutieron, pelearon y Rómulo mató a su hermano.
Pero al menos tuvo el detalle de enterrarlo dignamente y consagrar la ciudad a su memoria, poniéndole el nombre de Roma. Pronto comenzaron a llegar gentes de todo el Lacio, libres y esclavos, que quisieron formar parte de la nueva urbe. Rómulo se proclamó rey y comenzó a promulgar leyes para regir a sus súbditos. Además escogió a cien patres, que posteriormente serían los orígenes de aquellas gens patricias de rancio abolengo,
Sobre su gobierno, las fuentes posteriores (muy posteriores para ser exactos), dijeron que fue justo. Además longevo, ya que murió a los 54 años tras ampliar los límites de la ciudad. Bueno, en cualquier caso, ya fuera más leyenda o realidad, para los romanos fue una figura esencial y en la que siempre creyeron.
Numa Pompilio, el segundo rey de Roma
Su sucesor en el trono sería un hombre de la tribu de los sabinos, Numa Pompilio. Este gobernó entre los años 717 y 674 a. C, y suele aceptarse como un personaje real y no legendario. Pero parece ser que no le sucedió inmediatamente. Tras la muerte de Rómulo, los patricios trataron de instaurar un gobierno oligárquico.
Pero no funcionó, así que se optó por nombrar a un monarca. Tras varias votaciones y rondas de consulta (algo que está muy de moda hoy en día), se eligió a Numa Pompilio.
De él se dijo que fue un rey muy religioso y que además fue el encargado de distribuir el territorio que su predecesor había conquistado. Según dicen las fuentes, su reinado fue pacífico y justo con sus súbditos. Se le suele atribuir la reforma del calendario, que pasó de tener diez meses a doce. Añadió el mes de enero, dedicado al dios Jano y el de febrero.
El tercero en cuestión: Tulio Hostilio
El tercero de la lista fue Tulo Hostilio, que reinó del 673 al 642 a. C. Este rey también fue sabino, y según afirma la tradición le iba la marcha, por lo que fue un rey guerrero. Llevó a cabo varias campañas de conquista contra ciudades cercanas a Roma y amplió considerablemente su territorio. Incluso llegó a conquistar la ciudad de Alba Longa, la que había pertenecido al abuelo de los gemelos.

Se le suele atribuir la construcción del edificio de la Curia, el lugar que se convertiría en la sede del Senado. Aunque basándonos en las excavaciones arqueológicas realizadas su construcción debería fecharse en torno al 600 a. C. Eso ya nos indica que no se ajustaría demasiado a las fechas que tenemos.
De hecho hay investigadores que han reordenado ese período monárquico de la historia de Roma. Aseguran que tan sólo duro unos ciento veinte años y suelen situar el inicio hacia el año 625 a. C. i no tan atrás. Eso genera como siempre dudas, aunque ya os he comentado antes el tema de la fragilidad de la línea entre leyenda y realidad.
El último rey de la dinastía latina
El siguiente rey sería Ancio Marcio, que gobernó del 641 al 617 a. C. Este fue nieto de Numa Pompilio, el segundo de los reyes, y era también sabino. Prosiguió con la política de conquista y extendió aún más el territorio de la ciudad. Pero no sólo se dedicó a la guerra, sino que se le consideró el regulador del derecho pontificio. Evidentemente no en el sentido actual, sino en el de la religión politeísta del momento.
También se le atribuyen algunos proyectos arquitectónicos como por ejemplo la construcción del Pons Sublicius. Un puente de madera que cruzaba el Tíber. Además la tradición dice que fue quién mandó construir la ciudad portuaria de Ostia y el primer presidio de Roma.
El primero de los reyes etruscos
A su muerte se dio por finalizada la dinastía latina y se dio paso a la conocida cómo etrusca, que contaría con tres monarcas. El primero de ellos fue Lucio Tarquinio Prisco, llamado también Tarquinio el Viejo. Este reinó entre el 616 y el 578 a. C.
En cuanto a este Tarquino, poco se sabe de cómo se hizo con el trono de Roma. Se sabe que era hijo de un refugiado corintio que llegó a la ciudad etrusca de Tarquinia. Allí se casó con una mujer y engendraron al que sería el monarca. Según el historiador Tito Livio, que escribió en tiempos de Augusto, Tarquinio llegó al poder mediante las intrigas. No se explícita en ningún momento de que tipo fueron, pero las hubo.
Lo que es más que evidente es que instauró una dinastía familiar en la que le sucederían dos reyes más. Este Tarquinio también prosiguió con la política bélica y de expansión. Convirtió Roma en un centro de poder político y administrativo muy importante, capaz de competir con el resto de ciudades etruscas de su alrededor.
¿Y qué hizo por Roma?
De los etruscos heredó la costumbre de celebrar los triunfos tras conseguir las victorias en la guerra. Se sabe además que los romanos reprodujeron esa tradición a lo largo de casi toda su historia.
También se le suele atribuir la construcción de la Cloaca Máxima, es decir, el sistema de alcantarillado de la ciudad. Esta fue sin duda una obra arquitectónica muy compleja que permitió desecar los pantanos de las zonas más bajas de la ciudad. Aprovechando la planicie que se generó, mandó construir el Circo Máximo.
A nivel político también hizo lo suyo, cómo por ejemplo incrementar el número de senadores y el de familias pertenecientes a las clases más altas. Cómo veis, no se quedó quieto el hombre pese a ser etrusco. De estos reyes ya se empieza a tener un poco más de información, y sobre todo más fiable y ajustada.
El reinado de Servio Tulio
El sucesor de Tarquinio fue su yerno, Servio Tulio, también etrusco y que reinó entre el 578 y el 534 a. C. Este monarca llevó a cabo también importantes reformas en todos los campos y aspectos de la sociedad. Por ejemplo, inscribió a los ciudadanos entre las diferentes tribus. Las dieciséis de propietarios con tierras agrícolas, y las cuatro urbanas. Estas últimas eran la tribu Palatina, la Colina, la Esquilina y la Suburana. Los mismos nombres que tenían algunas de las colinas de la ciudad.
Esta división en tribus permitió a su vez llevar a cabo un censo poblacional. Y este censo servía para poder llevar a cabo las votaciones, que iban claro, en función de su patrimonio.
Este censo también se aplicó en el campo militar y político, mediante la creación de los llamados comicios centuriados. Se crearon cinco clases sociales, teniendo en cuenta las riquezas de los inscritos. Por ejemplo la primera era la de los que tenían más de 100.000 ases (moneda romana). La segunda para los que tenían más de 75.000 y menos de 100.000. La tercera para los de más de 50.000 pero menos de 25.000. La cuarta para los de más de 25.000 y la quinta para los de más de 11.000.

Estos ciudadanos eran a la vez los que conformaban el ejército de la ciudad. Al igual que sucedía con los hoplitas griegos, estos hombres también se tenían que costear su propia panoplia. Está claro que los más ricos podían permitirse mejor armamento que los que eran más pobres. Y es que este rey también hizo sus pinitos en combate, obteniendo buenos botines. Estos le sirvieron para construir unas murallas que rodearon la ciudad. A estas, como era un tipo humilde les puso el nombre de murallas servianas.
El soberbio último rey de Roma
Y tras él, llegamos al último rey de Roma, que se llamaba Tarquinio también. Este era el segundo con ese nombre, y le llamaron el soberbio. Imagináis el motivo por el cual le llamaron de esa manera. Gobernó entre los años 534 y 509 a. C. y según palabras de Livio, subió al trono derrocando a Servio Tulio, que a la postre era su suegro.
¿Y cómo lo hizo? Muy sencillo, lo arrojó por las escaleras del Foro de la ciudad dejándolo herido de muerte. Quizás eso tenga algo que ver con su sobrenombre. Eso y tal vez porque su reinado estuvo caracterizado por el despotismo y la tiranía. En cualquier caso continuó con las campañas militares que sirvieron para anexionar más territorios todavía.
Pero el desencadenante de su expulsión fue un oscuro episodio protagonizado por su hijo, Sexto Tarquinio. Este forzó a Lucrecia, la esposa de un familiar suyo que se llamaba Lucio Tarquinio Colatino. La mujer tras ser mancillada, se quitó la vida como gesto honroso. Honroso desde la perspectiva de ese siglo VI a. C., claro, no desde la actual. Que quede claro para evitar malos entendidos.
La cuestión fue que tras aquel fatídico episodio, el marido de Lucrecia acompañado por Lucio Junio Bruto, otro patricio romano encabezaron el alzamiento del pueblo. Acabaron obviamente expulsando al propio rey y a toda su familia de la ciudad.
¿El Soberbio? ¿O el inconformista?
Estos dos personajes se convirtieron en los primeros cónsules del nuevo régimen que se instauró en la ciudad. Aunque no hace falta ser muy inteligente para saber que no hacía falta la muerte de Lucrecia para el cambio de sistema político. Y es que estoy convencido que los patricios romanos estaban hartos de ser gobernados por reyes y querían tener ellos el control. Cómo sabréis, desde aquel momento, la figura del rey quedaría más que maldita en Roma.
Pero Tarquinio no iba a renunciar tan fácilmente a sus derechos. Buscó el apoyo varias veces en varios de los reyes etruscos de las ciudades cercanas a Roma. De hecho les alentó haciéndoles ver que les podría pasar lo mismo que a él. Aunque la fortuna no le acompañó, y acabó sus días exiliado en la ciudad de Cumas, en la región de Campania. Eso sería el año 496 a. C.
Con este final, los días de la monarquía en la antigua Roma llegaron a su fin. Un nuevo régimen iba a ver la luz. Un régimen que se extendería hasta finales del siglo I a. C. y que obviamente no iba a ser tan perfecto como se preveía. Pero esa es ya otra historia que dejaremos para otro momento.
Espero que os haya gustado la revisión de esta entrada antigua que hice hace ya algunos años y que he perfeccionado. Un saludo y nos vemos en la siguiente entrada del blog.
José Antonio Ruiz Rodrigo says
como siempre brillante post.
Sergio Alejo says
Muchas gracias por el comentario Joseé Antonio. Como siempre, puntual a la hora de seguir la entrada de mi web. Un saludo y espero que sigas disfrutando de ellas.
Dani says
¿Qué es lo que se sabe a ciencia cierta sobre los orígenes de Roma? Porque el origen troyano, me da que no tiene ninguna base real ¿O si?
Sergio Alejo says
¿Qué tal amigo?
Pues poco se sabe a parte del tema de que estuvo gobernada por reyes de orígen latino iniciamente aunque posteriormente por otros de origen etrusco. Sobre la fundación por parte de Rómulo, pues obviamente hay muchas dudas, y no te digo ya del asunto de Eneas. Tienes que tener en cuenta que todo ello lo recogió el poeta Virgilio en su obra de la Eneida escrita en el siglo I a. C. Además responde a la voluntad de Augusto de legitimizar su situación en base a una geneología vinculada a los propios dioses más bien. Así que cómo digo en el artículo, aunque tenga algo de real, habría que cogerlo con unas pinzas muy finas. Lo mismo que lo que Homero hizo con sus obras.
En fin, espero haberte ayudado con la respuesta.
Un saludo cordial,
Sergio