Bienvenidos a una nueva entrega de ¿Sabías que? En la entrada de hoy voy a hablaros del fatal destino de Calagurris, una de las ciudades que sufrió la ira de la República romana, o más bien dicho de uno de sus generales. Pero vayamos paso a paso y no nos adelantemos en el tiempo.
Calagurris en las fuentes romanas
La primera aparición de la ciudad en las fuentes romanas debemos buscarla en el año 187 a. C. Fue entonces cuando autores como Tito Livio narraron una guerra librada por el gobernador de la provincia de Hispania Citerior, el pretor Lucio Manlio Acidino, contra los celtíberos. Según el historiador, los celtiberos plantaron cara al ejército romano cerca de la ciudad de Calagurris.
El resultado, obviamente fue una derrota clara de los hispanos. El autor nos dice que los celtiberos perdieron a cerca de doce mil hombres en la batalla y más de dos mil fueron hechos prisioneros.
Por lo menos eso es lo que consta en el informe que envió el pretor al Senado para dar cuentas de lo acontecido. Aunque ya sabemos que los datos pueden ser manipulables, sobre todo cuando quieres que la cosa parezca más de lo que en realidad ha sido. Si con ello te ganas el derecho a un triunfo… Cualquier cosa vale.
Si de verdad murieron doce mil celtíberos, eso quiere decir que los ejércitos que se enfrentaron en esa batalla debieron ser muy numerosos. Eso nos lleva a la plantearnos la siguiente pregunta: ¿Tenía Calagurris la capacidad para reunir un ejército de tal magnitud? ¿O se trataba de una confederación de ciudades celtiberas que se unieron contra Roma? No hay datos claros sobre ese asunto aunque la lógica hace que uno se incline hacia la segunda opción.
¿Oppidum o urbs?
El historiador romano define en su texto a Calagurris como un oppidum. Todos sabemos que esa palabra hace referencia a un tipo de asentamiento caracterizado por disponer de murallas y estar situado en una posición elevada. Típica fortaleza-ciudad de los pueblos ibéricos y celtas de la península. Aunque también le concede el estatus de urbs, con el significado más romano que el término tiene.

Eso ya nos da una pista acerca de que catalogación podía tener la Calagurris del momento. Podríamos decir que se trataba de un núcleo de población con cierta importancia dentro del territorio celtíbero. Y es que como ya debéis saber, la península ibérica de ese momento era bastante dispar en cuanto a núcleos de población.
Es decir, existían centros urbanos muy importantes, donde se concentraban muchas almas, pero también un poblamiento rural muy disperso. Podríamos afirmar que había un poco de todo. Por ejemplo, y remitiéndonos a otro autor, en este caso de origen griego: Estrabón. Este nos dice que cuando Tiberio Sempronio Graco, el yerno de Escipión el Africano, estuvo en Hispania haciendo de pretor (181 a. C.), se vanaglorió de haber sometido a más de trescientas ciudades de la región de Celtiberia.
Pero es muy arriesgado afirmar que en esa zona hubiera tantas ciudades. Y menos que fuean consideradas plazas importantes que dispusieran de murallas y hombres suficientes para defenderlas. Es más lógico pensar que en esa cifra tamnbién incluyó aldeas y villorrios más humildes y modestos para como ya sabréis ensalzar la gloria personal.
¿Pero era Calagurris celtíbera?
Las fuentes tampoco nos especifican que Calagurris fuera una ciudad celtíbera. Aunque se deba tener en cuenta que la batalla anteriormente mencionada se produjera en sus aledaños. Algunas fuentes más modernas tienden a determinar que la ciudad era de origen vascón antes de la guerra sertoriana.
Pero según los datos recogidos en los anales de la historia de Roma, parece más evidente que fuera simplemente celtibérica y no vascona (mal que a algunos les pese ese dato). El origen celta de la ciudad puede quedar reflejado en el sufijo –kos que se halla en las monedas acuñadas allí que se denominan kalakorikos.

Tras esa primera mención datada de principios del siglo II a. C., no volvemos a saber nada de la ciudad hasta la década de los años 70 también a. C. Es en ese momento cuando la ciudad aparece con cierta relevancia en el marco de las guerras sertorianas.
Sertorio, el pretor rebelde
Ahora que nombramos a Sertorio, podríamos hablar un poco sobre este personaje. Un gran militar y estratega que tuvo la mala fortuna de estar en el bando perdedor en un momento complicado para la República.
Pese a que siempre se consideró un ferviente defensor de los valores de la misma, fue tachado de rebelde y sublevado. Aunque él nunca se consideró como tal, sino que llamó rebeldes a sus enemigos, a Sila, Pompeyo, Metelo. Según su visión, fueron ellos los que atentaron contra los valores que él con tanto ahínco defendió.
En cualquier caso, debéis saber que el bueno de Sertorio había destacado como un brillante militar ya en tiempos de la guerra de Yugurta y de las guerras cimbrias. Siempre estuvo al lado de su mentor, el gran Cayo Mario (nuestro amado siete veces cónsul y tercer fundador de Roma).
Cuando las cosas se torcieron entre los optimates y los populares en el senado de Roma, él se posicionó junto a su amigo aprovechando que Sila se marchaba a Oriente a luchar contra Mitrídates.
Rebelión in absentia
Como sabréis Sila no se quedaría de brazos cruzados dejando Roma para sus enemigos. Así que decidió regresar a por lo suyo y entró a la ciudad al frente de sus cinco legiones. Eso obligó a Mario y sus partidarios a poner pies en polvorosa.
Pero Sila tenía que volver a Oriente y cuando se marchó lo dejó todo arreglado para que en su ausencia todo continuara igual. Aunque Mario y los populares no tardaron mucho en aparecer y hacerse de nuevo con el control. Reinstauraron el orden y la República que para ellos era legítima. Eso pasó en el año 87 a. C.
Por desgracia, entonces falleció el gran Mario, que ya era un hombre mayor, y el que se quedó con el poder en Roma fue Cinna, uno de sus socios en todo ese asunto. Mientras Sila se ocupaba de Mitrídates, la legítima República (hablo como si fuera más popular que optimate), nombró pretor a Sertorio y lo envió a Hispania Citerior en el año 83 a. C.
Malos tiempos para la República
Aunque Sila no tardó mucho en volver a Roma y se inició de esa manera la primera guerra civil romana, y no sería la última en esa convulsa tardo república. Sila venció y se proclamó dictador. Una de sus primeras decisiones fue obviamente la de destituir a sus opositores de los cargos públicos. Sertorio era pretor pero partidario de Mario y de Cinna, así que no tardó en ser declarado en rebeldía.

Nuestro protagonista se resistió a ser relevado. Aunque tuvo que escapar cuando el gobernador elegido por el dictador llegó a Hispania para ocupar su puesto. Sertorio huyó con sus leales a África para escapar de ser ejecutado.
Pero en el año 80 a. C. regresó a la Lusitania reclamado por los mismos lusitanos para liderarlos en una revuelta contra la República. Así pues, desde su prisma, su causa era más que justa y no atacaba a Roma, sino a los que se habían apoderado de ella por la fuerza de las armas.
Así pues, Sertorio siempre se consideró como el legítimo pretor de Hispania Citerior y no se alzó en armas contra Roma.
Los celtíberos en el ejército sertoriano
Llegados a este punto, es básico destacar que el ejército de Sertorio estuvo mayormente compuesto por celtíberos y lusitanos. Él contaba con muy pocas tropas leales, casi todas ellas formadas por antiguos seguidores de Mario. Pero pese a esa composición de sus tropas, jamás consideró que se tratara de una guerra de los hispanos contra Roma. Para él seguía siendo la misma guerra civil que se había librado entre los partidarios de Sila y Mario años atrás.
En todos los años que duró su resistencia, siempre alegó que él era el legítimo gobernador de la provincia y no dejó de llamar rebeldes a todos los gobernadores y comandantes que Roma envió a Hispania para acabar con él. Una vez ya iniciado el conflicto, incluso se unieron a su causa muchos exiliados de Roma que eran opositores al régimen silano.
En el año 78 a. C., Sila también murió y pese a que en Roma algunos trataron de reinstaurar el modelo anterior al impuesto por Sila ya muchos vivían acomodados a ese sistema y se mantuvieron firmes en sus posiciones.
Apoyos de las ciudades celtíberas a la causa
Tampoco vamos a relatar todo lo acontecido en las guerras, a eso ya le dedicaré otra entrada más adelante. Tan sólo debéis saber que fueron mucho más largas de lo que Roma creía. En parte gracias a los apoyos que recabó Sertorio en los pueblos lusitanos y celtíberos, incluso hay constancia de apoyo por parte de los cántabros.
Pero hablemos en concreto del caso que nos ocupa en el día de hoy. Y es que entre esos apoyos estaba el de la ciudad de Calagurris. Sus habitantes se mostraron leales a la causa incluso hasta después de su asesinato en el 73 a. C.
Y aquí es donde se engrandece la fama de la ciudad, ya que cuando la guerra acabó (no mucho más tarde del asesinato de Sertorio), Calagurris no se rindió. Otras ciudades como Osca, Termes, Clunia o Uxama hicieron lo propio y resistieron hasta el final manteniéndose leales a la causa. O tal vez no a la causa en sí misma, sino al hecho de que sabían que los romanos les pedirían explicaciones por haber apoyado al rebelde en su guerra.
El segundo asedio de Calagurris
Pero en el marco de las mismas guerras, Calagurris ya había sido sitiada por las tropas de Pompeyo y Metelo en el año 75-74 a. C. Sabemos que Sertorio acudió en aquella ocasión con tres mil guerreros en su ayuda y logró levantar el asedio. Eso ya es una pista de lo importante que era para el general esa ciudad.

Pero en el 72 a. C., sin nadie que pudiera acudir en su ayuda ya, más que solos en la causa, la ciudad volvió a ser sitiada por las tropas Pompeyanas. En aquella ocasión el general no estaba al frente, sino que dejó la tarea a uno de sus legados, Afranio.
Pero lejos de rendirse, los calagurritanos (tozudos y leales a sus principios como podéis ver) aguantaron hasta el final un largo, pese a saber que ya nadie acudiría a su rescate. Sus habitantes podría decirse que llevaron hasta el extremo la devotio.
Algunos autores posteriores como Salustio nombrarán un famoso episodio ocurrido durante ese largo asedio, el conocido como la fames calagurritana. Este episodio dramático viene a ser (en caso de que realmente ocurriera) el recurso al canibalismo por parte de los habitantes de la ciudad. Estos durante el largo sitio al que fueron sometidos, se quedaron sin alimentos y no les quedó más opción que comerse a sus muertos.
Hay datos que afirman que se llegaron a salar los cadáveres para que se conservaran más tiempo y poderse seguir alimentando de ellos.
La fames calagurritana
Voy a adjuntaros varios fragmentos recogidos por autores clásicos en los que se describe ese episodio. Para comenzar, contamos con el historiador Valerio Máximo, que fue uno de los más explícitos en sus relatos y dijo de él lo siguiente:
“La macabra obstinación de los numantinos fue superada en un caso semejante por la execrable impiedad de los habitantes de Calagurris. Los cuales, para ser por más tiempo fieles a las cenizas del fallecido Sertorio, frustrando el asedio de Cneo Pompeyo, en vista de que no quedaba ya ningún animal en la ciudad, convirtieron en nefanda comida a sus mujeres e hijos; y para que su juventud en armas pudiese alimentarse por más tiempo de sus propias vísceras, no dudaron en poner en sal los infelices restos de los cadáveres“
Otro de los autores fue el conocido Juvenal, que también hizo alusión a la fames calagurritana algunos años más tarde:
“…Después de haber consumido toda clase de hierbas y la totalidad de animales, cuando obligaba la locura del estómago vacío, cuando los propios enemigos se apiadaban de su palidez, de su estado demacrado y de sus miembros chupados, desgarraban de hambre los miembros de otros, dispuestos a comerse también los suyos propios. ¿Qué mortal o quien entre los dioses rehusaría conceder el perdona a unas ciudades que han sufrido cosas abominables?”
La matrona de Calagurris y el destino de la ciudad
Pero ese no fue el único episodio o fenómeno que se produjo en aquel largo y tediosos asedio. También aparecería en ese momento la figura de la Matrona, que fue según la leyenda, la última mujer con vida de la ciudad. Esta mujer fue la encargada de ir casa por casa encendiendo los hogares para hacer creer a los asediadores que continuaba habiendo mucha gente en su interior defendiéndola.

Aunque al final todo el esfuerzo y sacrificio serviría para poco, ya que los romanos fueron pacientes para esperar el final de la ciudad. Una vez cansados, los imagino ya pocos calagurritanos que quedaban optaron por claudicar. Entonces los hombres de Afranio pasaron a cuchillo a muchos de sus habitantes mientras que esclavizaron al resto y los deportaron hasta la Galia.
El destino de la ciudad no fue otro que ser destruida y arrasada completamente. Aunque años más tarde sería de nuevo reconstruida por los romanos, aunque eso sería ya en tiempos de la guerra civil entre César y Pompeyo, la ciudad se alineó del bando del primero, que le acabaría concediendo el nombre de Iulica.
¿Pero qué pasó con los ciudadanos que se rindieron y no fueron ejecutados? La mayoría de los supervivientes leales a Sertorio sufrieron la suerte de ser deportados. Con ellos se fundarían ciudades al norte de los Pirineos, como la misma Lugdunum (Lyon) cerca del río Garona. Aunque aquí sabemos que Lugdunum ya existía previamente, con lo que se refundaría la ciudad de nuevo.
Datos que confirmas la teoría
En palabras de Jerónimo en su obra Contra Vigilantium, sabemos que los habitantes que fueron asentados en esa zona eran originarios de la Celtiberia. Este tipo de movimientos de poblaciones vencidas eran más habituales de lo que podemos creer. Aunque no los esclavizaban a todos, si que los alejaban mucho de sus lugares de origen.
Hay constancia de que no fue este el único caso similar. Por ejemplo, se produjo algo similar con los piratas cilicios y con los ligures del noroeste de Italia. Estos últimos fueron llevados hasta la Galia Cisalpina o incluso hasta el Samnio. Si querñeis saber algo más sobre este tema, os recomiendo la lectura del artículo dela página Historia y Roma antigua: Roma, la gran potencia deportadora de otros pueblos. El caso de los ligures. En este interesante artículo Federico Romero nos habla de esta manera de proceder de los romanos.
La cuestión fue que tras la derrota de Perpena, el lugarteniente de Sertorio que tras asesinarle se había proclamado heredero de su causa, se inició el traslado de esos calagurritanos. Pero no sólo fueron los habitantes de la ciudad los que sufrieron esa suerte. Ya que les acompañaron otros supervivientes celtíberos de otras ciudades. Y lo hicieron custodiados por los hombres de Pompeyo.
No se sabe con exactitud el número de personas que fueron deportadas, aunque está claro que se formaron varias partidas para evitar una excesiva concentración de gente belicosa contra Roma.
Antes de finalizar la entrada me gustaría nombrar al autor del artículo que he usado para el tema de las deportaciones. Se trata del profesor Francisco Pina Polo, y el artículo se titula: Calagurris contra Roma: de Adicino a Sertorio.
Espero que os haya gustado el tema de esta semana. Un saludo y nos leemos en la siguiente.
Dani dice
Muy interesante. Yo vivo en Logroño. Que está cerca de la actual Calahorra. Allí están muy orgullosos de lo antigua que es su ciudad. Bimilenaria la llaman. Tienen también un mercado romano y unos actos de Semana Santa muy vistosos. Este año nada de nada por la peste Pedrica (digo, en plan peste antoniana o justiniana.)
Sergio Alejo dice
Muy bien Dani,
Si conozco muy bien la zona ya que he estado varias veces allí con Hermanos de Armas y tengo buenos amigos. Lamentablemente este año va a ser un poco parado en este tipo de eventos y actividades. Esperemos que el próximo sea más provechoso y que la situación mejore si es posible.
Un saludo cordial y cuidate mucho.
Sergio