Bienvenidos a una nueva entrada de mi blog. Esta semana voy a seguir relatando la expedición de Alejandro por el extenso imperio que una vez fue de los Aqueménides. En esta nueva entrega os hablaré sobre Alejandro y un cambio de estrategia en la campaña.
Después de los trágicos acontecimientos sucedidos en el banquete que le costó la vida a Clito, se puede afirmar que Alejandro volvió a arrepentirse de haber sufrido un nuevo arrebato de ira. Además, las cosas, lejos de solucionarse, se complicaron aún más. Espitámines continuaba estando libre y campando a sus anchas, y eso no le convenía al rey, así que tuvo que replantearse la situación.
Nueva estrategia
Decidió que para debilitar al noble rebelde, debía acabar con sus apoyos, y la mejor manera era la de no ejecutar a los vencidos. Así que optó por comenzar a mostrarse clemente con ellos. Esa nueva estrategia dio sus frutos rápidamente, y el rebelde fue entregado a Alejandro por los masagetas. Estos, eran un pueblo de la zona, que para congraciarse con el rey macedonio, no dudó en traicionar a Espitámenes. Al fin y al cabo, le hicieron lo mismo que había hecho él con Besos.
Pero no le entregaron al rebelde con vida para que Alejandro le diera tormento, sino que le hicieron llegar su cabeza. Eso hizo que la rebelión se fuera apagando lentamente. En esa política de acercamiento a los sogdianos, Alejandro contrajo matrimonio con la hija de Oxiartes, uno de los más influyentes y que casualmente tenía su base en la roca Sogdiana.
La hija de este se llamaba Roxana, y seguro que os sonará porque sería la madre de su único hijo. Ese gesto serviría para acercarse en gran medida a las élites de la región.
Herencia paternal y que no falten las conjuras
Parecía que esa nueva política era un reflejo de lo que había hecho su padre Filipo II en su día, ya que él había sido muy hábil al casarse con varias esposas con fines políticos. Alejandro entendió la importancia de ese tipo de enlaces matrimoniales.
Después del enlace, tomó el camino hacía Bactria de nuevo, pero fue entonces cuando tuvo lugar otro episodio bastante oscuro: una nueva conjura contra su persona. Como veis era un constante sin vivir el ser rey, ya no se podía fiar de nadie, ni siquiera de los suyos. Aunque teniendo en cuenta el destino que había sufrido su propio padre…, todo era posible.
Esa conjura fue llamada la de los pajes. Y es que fue protagonizada por los jóvenes de origen noble que servían al rey. Estos muchachos eran enviados por sus aristócratas padres para formarse cerca del rey antes de convertirse en miembros de los Compañeros. Era todo un honor para ellos, pero por lo que parece, algunos de ellos no lo tenían tan claro.
La cuestión fue que Alejandro que en un momento dado castigó a uno de ellos, de nombre Hermolao, y el resto no se lo tomaron muy bien y tramaron asesinarle. Eran jóvenes e impulsivos y por ello fueron descubiertos pronto.
Los pajes y Calístenes
Tras someterles a tortura, alguno de ellos nombró a Calístenes, el sobrino de Aristóteles, que formaba parte de la expedición. Responsable o no, implicado o no, fue encerrado y posteriormente ejecutado por orden del rey. Teniendo en cuenta que era uno de los más firmes opositores a la postración, quizás no le fue mal a Alejandro deshacerse de él, porque nunca se sabe lo que podría haber llegado a hacer.
En fin, a finales de la primavera del año 327 a. C. todo estaba a punto para emprender una nueva campaña, en dirección a Oriente, concretamente a la India. Una empresa compleja y que se aventuraba dura. Además, lo que difería en esa nueva empresa que estaba a punto de iniciarse, era que saldría de los límites del Imperio Aqueménida para adentrarse en un territorio desconocido.
Aunque para ser exactos podría decirse que la expedición de Alejandro no entró jamás en la India tal y como la conocemos actualmente, sino que la región correspondía más bien al actual Pakistán.
Pero no lo hizo a lo loco, sino que previamente había enviado a Hefestión, su hombre de confianza, para que echara un vistazo. El compañero ya se encargó de preparar logísticamente la campaña, e incluso tendió puentes sobre los ríos para facilitar las cosas al grueso del ejército.
La campaña de la India
Así pues y entrando en materia, el primer territorio al que llegó el ejército de conquista fue al de Taxila, cuyo rey no dudó en postrarse de manera pacífica y no resistirse. Pero, ¿por qué no se defendió de la invasión? Pues sencillo. Quería que aquellos extranjeros le ayudaran a luchar contra uno de sus rivales, el rey Poro.
Este rey, gobernaba las tierras más al este de las suyas, y poseía un numeroso ejército, entre los que tenía un elevado número de elefantes, y claro, el de Taxila vio una oportunidad de igualar fuerzas. Pero los macedonios ya sabían que eran esa clase de bestias, ya que parece ser que en Gaugamela, Darío había traído algunos de ellos. No se puede afirmar con certeza que entraran en combate, pero al menos es evidente que Alejandro y sus hombres los habían visto.
La sorpresa llegaría en el momento en el que los invasores se dieran cuenta que los elefantes de Poro no eran de adorno, si no que estaban preparados para combatir. Además, esos elefantes no solo usaban su fuerza de ataque contra hombres y bestias por igual, sino que también transportaban a uno o varios hombres sobre ellos que arrojaban proyectiles aprovechando su posición elevada.
La batalla del Hidaspes
El choque se produjo cuando las tropas de Alejandro llegaron a orillas del río Hidaspes, el actual Jhelum que es un afluente del mismo Indo. El ejército del rey indio era imponente, y oscilaría entre los treinta y cuarenta mil infantes, cerca de cinco mil jinetes, trescientos carros de guerra y doscientos elefantes. El ejército de Alejandro, sería más o menos parecido en números, pero eso sí, no tenía ni carros, ni paquidermos.
El único problema por eso no era el ejército de Poro, sino que el obstáculo más inmediato era el mismo río. Evidentemente era mucho más caudaloso que el Gránico, cosa que no era demasiado difícil, y eso dificultaba en gran medida el poderlo cruzar.
El otro elemento era el factor miedo que causaban los elefantes en hombres y sobre todo en los caballos. Se produjo entonces una situación extraña, y es que Alejandro comenzó a mover a sus jinetes río arriba y río abajo como si quisiera cruzar.
Jugando al gato y al ratón
El rey Poro hizo lo mismo desde la otra orilla. Tras varias intentonas y dándose cuenta de que los macedonios no iban a cruzar, el rey Poro decidió que era más sencillos tener vigías que controlaran las intenciones de sus enemigos.
Tuvieron que pasar unos cuantos días para que Alejandro se decidiera a cruzar el río, y tuvo que hacerlo usando el amparo de la noche y veintisiete kilómetros río arriba. Dejó varios contingentes en puntos escalonados del río, y les dio la orden de cruzar cuando el combate diera inicio.
Él llevó consigo tan solo a seis mil infantes y cinco mil jinetes, obviamente a los mejores, ya que los necesitaría en primera instancia. Es pues de cajón afirmar que estaban con él los hipapistas y como no sus queridos Hetairoi.
Operación anfibia de desembarco en el Hidaspes
El río era ancho y bajaba con fuerza, así que tuvieron que cruzarlo mediante pequeñas balsas que ya habían construido días atrás. El tramo final lo hicieron con el agua al pecho, ya que desembarcaron en una isla sin darse cuenta.
La cuestión es que al llegar a la otra orilla, los hombres de Poro se les echaron encima sin dejarles apenas respirar. Al ser un pequeño contingente, los macedonios los superaron sin dificultad y Alejandro avanzó con sus jinetes hacía donde estaba el grueso del ejército enemigo.
No tardó en dar con ellos, que estaban ya bien formados y esperando la llegada. Por suerte para el rey macedonio, varios de sus contingentes ya habían cruzado y se habían ido sumando a sus fuerzas, reduciendo de esa manera la inferioridad inicial.
En cuanto al combate, Arriano afirma que los falangitas se centraron en los conductores de los elefantes, abatiéndolos inicialmente. Pero las bestias al ser alcanzadas y heridas por los macedonios se volvían locas y arremetían con fiereza sobre las filas compactas, causando gran pánico. El uso de los elefantes supuso un grave problema para los macedonios, que eran incapaces de mantener las líneas ante el ataque y embestida de aquellas moles enfurecidas.
Pero ya sabéis que los animales heridos son peligrosos, y los elefantes atacaban a todo lo que se cruzaba en su camino. No distinguían de bandos, y aplastaban a los hombres de Poro por igual. Según el relato de Arriano, cuando los animales se agotaron, se retiraron del campo de batalla dejando libre el paso a la falange.
Una nueva victoria para Alejandro pero con sabor amargo
La derrota de los indios fue total y Alejandro volvía a salir victorioso de una situación que se le había complicado quizás más que en otras ocasiones. Por si eso no fuera poco, la fuerza y la potencia de los paquidermos impresionó al rey macedonio e incluso a sus generales, que ya sabemos que pasarían a usar estos tanques de la antigüedad en sus conflictos venideros.
La nota negativa de aquella batalla del Hidaspes fue la muerte de Bucéfalo, el famoso y ya mayor caballo del rey que tenía la friolera de treinta años.
¿Y qué fue del rey Poro? Alejandro admiró su valentía y le trató con respeto, llegando incluso a entablar una amistad y una subsiguiente alianza. Le dejó seguir siendo gobernante, pero en lugar de hacerlo como rey, lo debería hacer como sátrapa. Estaba muy lejos de su zona de control, así que sabía que tenía que usar a esos aliados para controlar la zona.
La ambición de Alejandro no tenía límites y su intención era seguir avanzando y conquistando. Fueron sus tropas las que le frenaron y le dijeron que ya estaban cansados de tanta guerra. La información que sacó de los habitantes locales tampoco le sirvió para esperanzar a sus soldados, ya que la tierra parecía no acabarse jamás y el futuro inmediato estaba plagado de guerra.
Incluso amenazó a sus hombres de que si no le acompañaban, continuaría él solo. Pero ni eso funcionó y Alejandro se encerró en su tienda durante tres días hasta que por fin se rindió a la realidad. Cedió a la presión de sus hombres y ordenó la retirada hacía el corazón de su nuevo imperio.
Hasta aquí esta nueva entrega. Espero que os haya gustado y os informo de que ya nos acercamos al final de esta epopeya. Hasta la siguiente entrada.
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