Bienvenidos a una nueva entrega de mi blog. Esta semana os traigo la siguiente entrega del periplo de Alejandro por el Imperio persa. Hoy vamos a entrar en un territorio duro y difícil que le complicó mucho la vida al rey de los macedonios. Hoy os hablaré de Alejandro y la conquista de Sogdia.
Empecemos desde un momento concreto: la captura y posterior ejecución de Beso. Después de eso, Alejandro se dirigió a la capital de la satrapía de Sogdia, que era misma en la que se había refugiado el asesino de Darío. Esa ciudad no era otra que Maracanda, o lo que es lo mismo, Samarcanda. La ciudad fue ocupada sin resistencia ni oposición, así que el rey decidió acantonar una guarnición como solía hacer habitualmente.
Tras el descanso merecido, el avance por el interior de la satrapía continuó y se llevó a cabo la ocupación de hasta siete ciudades. La mayor de ellas fue Cirópolis (evidentemente este es el nombre en griego que le dieron los macedonios). Acto seguido, Alejandro convocó a los nobles de Bactria a su presencia a la vez que fundaba una nueva Alejandría, esta llamada Alejandría Escate a orillas del río Yaxartes.
La tempestad después de la calma
Mientras nuestro protagonista estaba enfrascado en la fundación de la ciudad, le llegaron malas noticias. Los habitantes de aquellas siete ciudades recién sometidas, se alzaron en armas y eliminaron a las guarniciones que él había dejado. Es decir, estalló una revuelta que ni vio venir.
Su reacción fue como siempre, rápida y eficaz, y en poco tiempo se encargó de reconducir la situación. Eso sí, volvió a ser herido en una incursión en Cirópolis con otra pedrada que le dio en la cabeza. Se dice que le afectó al habla y a la vista durante algún tiempo, aunque volvía a demostrar su predisposición al situarse al frente de su ejército.
En uno de sus arrebatos de ira, mandó asesinar a los hombres, y vender como esclavos a mujeres y niños de algunas de esas ciudades. Una vez aclarado el tema, retomó las obras de la ciudad. Aunque tampoco gozó de calma, ya que uno de los nobles que habían entregado a Besos, Espitámenes, se alzó en armas. Al frente de un ejército compuesto por nobles bactrianos y sogdianos asedió la guarnición macedonia de Maracanda.
Y otro grano en el culo de Alejandro
Arriano nos dice que mientras el rey se quedó en la ciudad haciendo frente a unos ataques de la tribu nómada de los sacas, envió a un contingente de auxilio a Maracanda. Estaba compuesto por unos setenta hetairoi y por cerca de dos mil trescientos mercenarios. Quino Curcio nos da la cifra de tres mil ochocientos soldados, pero eso es lo de menos. La cuestión es que la fuerza de apoyo era numerosa y Alejandro quería asestar un duro golpe a los que se oponían a él.
Cuando el ejército macedonio llegó a la ciudad, las fuerzas persas se retiraron. Esperaron a recibir un numeroso grupo de jinetes de apoyo y entonces se enfrentaron a sus perseguidores en el valle del Politimeto. Sobre el resultado de esta batalla, existen tres versiones, pero el resultado es que el ejército macedonio fue derrotado. Y asistimos a la primera derrota sufrida por el ejército heleno en suelo persa.
La noticia llegó hasta el rey que parece ser que ordenó que no se hiciera púbica para mantener la moral alta. Fue entonces cuando tomó la decisión de cruzar a la otra orilla del Yaxartes y enfrentarse en campo abierto a los sacas que no dejaban de incordiarle. El rey de esta tribu pactó con Alejandro y le aseguró que los atacantes eran bandidos y no gente de su tribu.
Vengar la derrota
Como tenía asuntos más importantes en Maracanda, Alejandro tomó un nutrido grupo de tropas entre las que estaba el cuerpo de hipaspistas. Acudió en auxilio de la ciudad que volvía a ser asediada por los exultantes persas. Espitámenes huyó al percatarse de la llegada del rey, y cuando llegó Alejandro no había enemigo contra el que luchar. Así que mandó arrasar el valle del Politimeto como represalia a la ayuda que sus habitantes habían prestado al rebelde.
Parecía que la satrapía estaba lejos de quedar pacificada y la resistencia seguía siendo un problema. Las tropas macedonias se retiraron hasta Bactra, la capital de la satrapía de Bactria para pasar allí el invierno. Pero, ¿por qué esa reacción por parte de los persas cuando la invasión había sido llevada de manera pacífica?
Según Borja Pelegro Alegre, y extraído de su artículo de la revista Desperta Ferro, número 47 titulado A sangre y fuego, en las campañas de Asia Central, Alejandro cometió dos errores de cálculo. El primero fue la fundación de la propia Alejandría Escate. El segundo, la convocatoria de los nobles bactrianos a la ciudad.
En su opinión, la primera acción suponía la imposición de una frontera militarizada en el Yaxartes que provocaría una fisura social entre las diferentes tribus que componían la satrapía. La segunda acción suponía que Alejandro imponía su autoridad por encima de esos nobles. Eso se alejaba de la tradición política de los aqueménides. Tanto Bactria como Sogdia se habían regido por una política más independiente que el resto de satrapías. Y eso supuso una amenaza contra unas estructuras sólidas y mantenidas en el tiempo.
Consecuencias de los errores
No hay duda de que se trató de un error de cálculo de Alejandro, y que eso le trajo más quebraderos de cabeza de los esperados. Aquel invierno del 329 al 328 a. C. fue complicado, ya que las acciones del rey macedonio en los valles provocaron que el ambiente estuviera más revuelto entre la población de Bactria y Sogdia
Pero aquel invierno sirvió para replantear la situación. Llegó a la región un contingente de veinte mil mercenarios provenientes de Grecia y eso le permitió desplegarlos sobre el terreno. Fue dejando contingentes bajo el mando de sus compañeros de confianza en puntos concretos.
Él remontó el río Oxus hasta cruzarlo y penetrar en la zona más oriental de Sogdia. Allí inició una serie de campañas breves en intensidad que sirvieron para someter los focos de resistencia. La región era vasta y complicada de someter, y más teniendo en cuenta que los enemigos combatían en guerrillas. Llegó un momento en el que se topó con Arimaces, un noble que se atrincheró en un punto casi inaccesible: la llamada Roca Sogdiana.
El episodio de la roca Sogdiana
Esta era una fortaleza que estaba en la cima de una montaña de muy difícil acceso y eso la hacía prácticamente inexpugnable. El noble sogdiano consiguió reunir en la fortaleza un ejército numeroso. Los sogdianos se hicieron fuertes en su refugio y obligaron a Alejandro a tener que emplearse a fondo.
Pero este era tozudo y obstinado como ya sabréis. Así que en lugar de pasar de largo, decidió que debía tomar la fortaleza para demostrar de nuevo que no se podía jugar con él. En cualquier caso tampoco le convenía mucho pasar de largo y dejar a esa gente a sus espaldas.
El asalto frontal era complicado y someter aquel lugar a un asedio también se antojaba una ardua tarea. Lo que sus enemigos no sabían era que para el rey macedonio no existían los límites. Cuando se entablaron negociaciones con los sogdianos, estos se mofaron de Alejandro. Dijeron que como no tuviera soldados con alas, jamás podría tomar aquella fortaleza.
Ese exceso de confianza fue el peor de los errores para los defensores. Estaban tan convencidos de que era imposible el asalto que ni siquiera apostaron vigías en la parte posterior de la ciudadela. Y es que esa era la zona de más difícil acceso, y por donde no esperarían recibir un ataque.
Los soldados alados de Alejandro
Fue precisamente ese punto por el cual Alejandro decidió mandar el ataque. El punto por el que nadie lo haría, vamos nadie en sus sano juicio lógicamente. Para lograr ese asalto exitoso el rey ofreció una alta recompensa. La friolera de 12 talentos de oro al primero de sus soldados que llegara a la cima. Si se tiene en cuenta que un talento equivalía a un peso de 35 kilos aproximadamente, imaginad lo motivante que podía llegar a ser.
Pero además, no contento con ello, habría recompensas suculentas para todos los que lo lograran. Eso sí, la cantidad sería descendente según el orden de llegada de los soldados. ¿Os parece motivante lo que ofrecía el rey? Sin duda eso demostraba lo importante que era para él lograr hacerse con la fortaleza.
Ese suculento premio hizo que se presentaran 300 voluntarios para llevar a cabo la arriesgada escalada de aquella pared. La operación tuvo lugar aprovechando el amparo que ofrecía la noche, y se hizo usando cuerdas de lino y estacas de hierro que se iban clavando en la roca.
Se calcula que un buen número de esos expertos proto alpinistas se despeñaron y murieron aplastados contra las rocas. Los que lo lograron, superaron la fortaleza y desplegaron una serie de banderas para que los macedonios se cercioraran del éxito.
La rendición de los defensores y la toma de la roca
Alejandro Informó entonces a los sogdianos de que había usado sus hombres alados para llegar hasta la cima. Estos al comprobar que era cierto no dieron crédito a lo que vieron y decidieron rendirse. El rey macedonio imagino que recompensó a los valientes escaladores, y a su vez castigó severamente a los defensores. Aunque en aquella ocasión se mostró benevolente con la población civil perdonándoles la vida.
Aquí el relato vuelve a ser un poco confuso, ya que algunos autores afirman que mandó crucificar al noble rebelde y sus seguidores más cercanos. No queda demasiado claro lo que ocurrió. El ejército macedonio continuó con su campaña de sometimiento de la zona.
Mientras tanto, Espitámenes no se rindió y atacó la región de Bactria a sabiendas de que el grueso del ejército invasor estaba en Sogdia. Atacó por tanto la retaguardia del ejército macedonio. Y Alejandro y sus respectivas columnas regresaron al finalizar el verano a Maracanda. Allí se acantonaron y fie donde tuvo lugar un incidente bastante relevante.
La muerte de Clito
En un banquete en esa misma ciudad, se produjo otro de los episodios más oscuros de la vida de Alejandro. Uno en el que otro de sus leales y antiguos generales acabaría perdiendo la vida fruto de la ira del rey. En esa ocasión le llegó el turno a Clito, el mismo que le había salvado la vida en el Gránico.
Todo vino por los elogios que recibió Alejandro por parte de sus súbditos persas. A Clito no le gustó que le trataran como un Dios, y el general le recordó a Alejandro que le debía todo a su padre. Le dijo que el proyecto ye el ejército habían sido creados por Filipo. Al fin y al cabo, no le faltaba razón, ya que sabréis a estas alturas que lo heredó ya perfectamente estructurado de su padre.
Lo siguiente fue un arrebato de ira del rey, que atravesó con una lanza al que había sido su general y amigo. Alejandro se dio cuenta inmediatamente de lo que había hecho, y el mundo se le vino encima. Las fuentes dicen que se encerró en su tienda sin comer ni beber nada durante tres días. De nuevo su fuerte carácter se impuso al sentido común. La campaña perdía a otro de sus pilares y no precisamente en combate. La situación cada vez estaba más tensa y Alejandro estaba cruzando la línea.
Pero todavía queda mucho por explicar, así que nos leemos en la siguiente entrega de esta historia. Saludo a todos.
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