Bienvenidos a la entrada semanal de mi blog. Continua la aventura del rey de Macedonia y nos adentramos en sus últimos años de vida. Recordad que en el último artículo os narré la campaña que llevó a cabo en la India contra el rey Poro. En el de hoy os hablaré de una nueva etapa a recorrer, que aunque no estuvo marcada por la guerra, fue mucho más complicada que cualquier regla. La entrada de hoy se titula, Alejandro: regreso a casa y final de la aventura.
Antes de comenzar quisiera destacar que el afán que tuvo el rey macedonio por descubrir nuevas tierras sería a su vez la perdición. Y lo digo para que entendáis que tomó una decisión que a la postre resultaría catastrófica. A la hora de emprender el regreso a Babilonia, cometió un errer de cálculo, ya que en lugar de hacerlo por donde habían venido, ordenó cambiar la ruta. Quiso alcanzar el mar siguiendo el curso del río Indo, pero no cualquier mar, sino el Mediterráneo.
Creía que podría hacerlo, o que el mismo río iba a desembocar allí. Pensaba que el río giraba hacía el oeste y que siguiéndolo acabaría llegando hasta Alejandría. Pero estaba muy equivocado y la marcha se llevó a cabo paralelamente entre la flota fluvial y el grueso del ejército que iba a pie.
Regreso a casa conquistando
Como era de esperar la voluntad de conquista no cesó en ningún momento y el ejército macedonio tuvo que enfrentarse a diferentes pueblos en ese trayecto. Un episodio destacado fue el de la lucha contra los malios. En el asalto a su ciudad, Alejandro fue alcanzado por un proyectil en el pecho y sufrió una herida grave, llegando a desmayarse.
Sus hombres, al verlo caer y pensar que había muerto, arrasaron la ciudad acabando con casi todos los habitantes. El rumor de la muerte se extendió por el campamento cuando los hombres no lo vieron en varios días. Sus oficiales se lo hicieron saber, y el rey, montó a caballo y se presentó ante ellos para demostrarles que seguía vivo.
Cuando se recobró, envió a parte de su ejército por una ruta interior de nuevo hacia Persia, mientras él continuaba con la flota hasta la desembocadura del río Indo. Pero llegados a ese punto, la flota y el ejército se separaron. La primera, bajo las órdenes del almirante y amigo del rey, Nearco, saldría con los vientos favorables. Él, al frente de sus tropas, avanzaría bordeando el mar con el resto del ejército.
El cruce del desierto de Gedrosia
Ese fue quizás el mayor error que cometió a lo largo de su vida. Partió en pleno verano, con un calor terrible y se adentró en el temible desierto de Gedrosia, la actual Belachistán.
El monzón apareció y la flota tardó mucho más de lo esperado en partir. Evidentemente el ejército de tierra avanzó pero no se encontró jamás con el apoyo de los barcos que eran los que llevaban los suministros. Se habían quedado solos y desprovistos.
El avance fue lento y penoso, y el agua y los alimentos cada vez escaseaban más. Pero no solo se enfrentaron a eso, sino que además las temperaturas eran terribles, así que solían moverse cuando el sol se escondía.
El primer paso fue el de ir matando a los animales de carga para poder alimentar a los soldados. Eso era un problema, ya que los enfermos y heridos no se podían transportar, por lo que se fueron abandonando a su suerte por el camino.
Una travesía larga y terrible
La columna se calcula que podía estar formada por cerca de ochenta mil personas, entre combatientes y comitivas preceptivas de mujeres, niños, comerciantes,…
Sufrieron desde riadas que arrasaron su campamento, hasta tormentas de arena e incluso se desorientaron en la ruta varias veces. Como podéis comprobar no lo pasaron nada bien. Aquel ejército conquistador, forjado en muchas batallas, estaba siendo derrotado por un desierto. Y contra ese enemigo, nada se podía hacer.
No fue hasta bien entrado el mes de enero cuando Alejandro logró reunirse con la flota de Nearco. Pero de los ochenta mil que salieron con él en julio, solo quedaban vivos unos veinticinco mil. Ese fue el mayor de los desastres que tuvieron que afrontar los macedonios desde su partida de Grecia. Una derrota contra un enemigo implacable y que no daba cuartel ni hacía prisioneros.
Varios fueron los errores cometidos, y Alejandro no era de fallar en esos cálculos. Salir sin la flota en paralelo, había sido fatal, e imagino que no pasaría día en el que el rey no se arrepintiera de haber tomado aquella decisión.
El regreso a Babilonia y un nuevo amotinamiento
En el año 324 a. C., Alejandro ya estaba de regreso y se dedicó en primera instancia a poner orden en su Imperio. Se habían dado algunos casos de corrupción y mala gestión en su larga ausencia, y tenía que centrarse ahora en el gobierno de sus vastos dominios.
Lo primero que hizo, medida muy merecida, fue conceder a los más veteranos, sobre todo a los heridos y mutilados una licencia que les permitiera regresar a Macedonia.
Lo que otrora habría sido una decisión popular, se convirtió en todo lo contrario, ya que muchos de esos curtidos veteranos llevaban combatiendo desde el principio por él. Creyeron que el rey quería sustituirlos por sus nuevos súbditos persas, ya que había incluido en la caballería de compañeros a nobles iranios.
Así pues, esos veteranos descontentos se amotinaron cuando estaban en la ciudad de Opis, cerca de la desembocadura del Tigris. El rey no tuvo más opción que presentarse ante ellos y pronunciar un discurso en el que les exponía todo lo que habían hecho su padre y él por elevarles hasta la cima del Olimpo.
Pero sus palabras de poco sirvieron y de nuevo se encerró en su tienda (como si fuera un niño enfadado) y amenazó con devolverle todo a los persas. Fueron los propios soldados los que le pidieron que no lo hiciera. Evidentemente la estratagema funcionó y Alejandro se salió con la suya de nuevo, no sin antes encargarse de ejecutar a los cabecillas de aquella revuelta.
La muerte de su querido Hefestión
Al final, logró convencer a diez mil veteranos que regresaron a su patria bajo el mando de Crátero y con una buena paga por sus servicios prestados.
Al poco, en Susa, se celebraron las bodas de ochenta oficiales macedonios con mujeres persas pertenecientes a la nobleza, para ligar ambas naciones. Incluso él mismo, se casó con la hija de Darío, Estatira, en ese afán de unir a todos bajo un solo gobierno.
Pero no todo iban a ser buenas noticias, ya que al cabo de poco tiempo, Hefestión, el hombre confianza de Alejandro y quizás algo más, enfermó gravemente contrayendo unas altas fiebres acompañados de terribles dolores de estómago. No duró demasiado, y cuando el rey llegó a Ecbatana, su amado amigo ya había pasado a la otra vida.
Fue un duro golpe para él, y se sumió en una depresión terrible. Decretó el luto oficial, se cortó el pelo e hizo que se cortaran las crines de los caballos en señal de duelo.
Según las fuentes, el rey mandó construir una pira funeraria de más de cincuenta metros de altura, conformada por seis pisos, decorados incluso con estatuas. Todo este montaje no era más que un símil del dolor que sintió su héroe y referente, Aquiles, al incinerar el cuerpo de su querido Patroclo.
A juzgar por los síntomas que tuvo en su agonía Hefestión, existe una alta probabilidad de que fuera envenenado. Estaba junto a Alejandro y eso provocaba la envidia de muchos hombres importantes. La cuestión es que jamás se investigó como tal.
Después del luto, vuelta a la guerra
En el invierno del 324 al 323 a. C., Alejandro continuó batallando. Quedaban pocos enemigos a los que enfrentarse, pero los coseos, una tribus de montañeses de la zona de Ecbatana todavía se resistían a ser conquistados.
Fue por aquellas fechas cuando dejó encinta a Roxana, que le daría su único heredero. En primavera de ese mismo año, regresó a Babilonia y recibió a muchas embajadas extranjeras, como la enviada por Cartago.
Su afán de conquista era tan grande, que tras controlar sus dominios comenzó a planear cuales iban a ser sus siguientes pasos. Su objetivo inmediato iba a ser la zona de Arabia. Aunque quizás pensó llegar incluso más lejos, hasta la propia Cartago.
Pero todos esos planes se quedaron en eso, ya que a principios de junio de ese 323 a. C., el rey cayó enfermo. Sabemos, gracias a Diodoro, que exactamente el día 2 de junio, Alejandro participó en un banquete organizado por su amigo y compañero Medio de Larisa, en el palacio de Nabucodonosor II, en Babilonia.
El trágico final de un conquistador
Tras una noche de borrachera y excesos, en la que Alejandro bebió un enorme bol de vino en honor a Heracles, cayó gravemente enfermo. Diodoro cuenta que Alejandro padeció fiebre alta, escalofríos y cansancio generalizado, unido a un fuerte dolor abdominal, náuseas y vómitos.
Fue empeorando con el paso de los días, aunque inicialmente continuó ejerciendo las funciones de su cargo. Pero a partir del cuarto día aproximadamente, comenzó a sentirse mucho peor, hasta el punto de que era incapaz de andar y, más tarde, incluso de hablar.
Poco a poco el rumor de la muerte del rey se extendió entre los hombres, hasta el punto en el que para desmentirlo, se abrieron las puertas de la alcoba en la que estaba postrado. Todos los soldados desfilaraon una última vez ante el hombre que les había llevado a la gloria.
Fue la mañana del 10 de junio cuando según las fuentes, el rey expiró. Tenía tan solo 33 años, pero había logrado más que nadie en muy poco tiempo. Evidentemente desde ese instante su fama y su gloria se convirtieron en algo a imitar, que muchos otros grandes hombres trataron de igualar.
En fin, muchas sombras planean sobre la temprana muerte del rey macedonio. Unos dicen que fue una enfermedad como la fiebre tifoidea, una pancreatitis o incluso la malaria, aunque otros afirman que fue envenenado.
Si al final fue envenenado, es evidente que podría haber sido cualquiera ya que era un hombre más que importante. Sospechosos no faltarían, pero en aquel preciso momento nadie estaba para investigar las causas de la muerte del rey. Sus mismos generales, que pasarían a ser conocidos con el nombre de Diádocos (sucesores), no esperaron mucho para combatir por hacerse con el control de su reino.
Pero esa es ya otra historia, que si os parece dejaremos para otro momento.
Espero que os haya gustado este apasionante viaje por la vida de un gran conquistador y que lo hayáis disfrutado como si hubierais cabalgado junto a él.
Un saludo y hasta la próxima entrega,
Arquímedes Marconi dice
Muy buen resumen. Excelente !!! Gracias por compartir.
Sergio Alejo dice
Muchas gracias y un saludo cordial.
Sergio Alejo